domingo, 23 de enero de 2011

Concierto de Lapido en Sidecar





De Sombras y sueños

Transcribo la crítica al disco de José Ignacio Lapido “De sombras y sueños” hecha por Eduardo Tébar para Rockola:
"Quizá, la exigua posición en el mercado de José Ignacio Lapido sería otra si por cada piropo, por cada palmadita en la espalda, por cada alabanza pública, se vendieran tres o cuatro discos. Pocos casos tan sangrantes vemos en los que la magnitud y el reconocimiento del artista resultan inversamente proporcionales al balance de cuentas. No obstante, Lapido puede presumir de público. Quienes le siguen, lo hacen con una abrumadora fidelidad, veneración y entrega. Sirva como ejemplo la previa al lanzamiento de “De sombras y sueños”: foros echado humo, análisis minuciosos de las canciones que se iban filtrando, enardecidos testimonios sobre los nuevos textos.
Y bien, ¿cumple las expectativas la esperada entrega del proscrito granadino? Desde luego. En Lapido cobran sentido todos los lugares comunes de la experiencia: mejora como los buenos vinos, se desenvuelve como perro viejo, cada día escribe mejor, bla, bla, bla. “De sombras y sueños”, para empezar, es el título que define con más acierto la esencia literaria del ex 091. ¿Lapido lanza pistas? El álbum también culmina la excelsa trilogía que arranca hace media década con “En otro tiempo, en otro lugar” (2005) y alcanza la excelencia con “Cartografía” (2008). ¿Evolución? La que confiere una banda cada vez más sólida, orgánica y participativa; músicos de altura y con proyección en otras vidas (Jean Paul, Los Ángeles, S.U.E., Matt Epp). Todos ellos contribuyen a la expansión horizontal de los medios tiempos, especialidad absoluta del Lapido maduro. Aquí, incluso, recreándose en sonoridades rugosas y ambientes perturbadores (‘Antes de morir de pena’). El productor alemán Paul Grau –el primer “intruso” que toma las riendas de un trabajo de Lapido desde 1993– ha sabido sacar brillo al material, interpretar los poliedros interpretativos y remozar las ideas.
La dualidad realidad-sueño, el desencanto con el mundo y la estética del perdedor siguen vertebrando la poesía eléctrica de Lapido. Sin perder la costumbre de los comienzos potentes, ‘El más allá’ se añade a la lista de obligatorias en el repertorio. ‘Cansado’ es una de las mayores gemas poéticas del granadino. Y la influencia omnipresente de Dylan, George Harrison y Ray Davies: ‘Nadie espera’, con una melodía monumental, resume el concepto de soñador que lucha por no despertar. Tampoco faltan rocanrolitos de rigor (‘Lo creas o no’, ‘Algo falla’), amén de la elegante pedal steel de Quini Almendros (‘Olvidé decirte que te quiero’). Mención aparte para el lustroso elenco de colaboradores. Eva Amaral varía su registro habitual en ‘Doble salto mortal’, sinuosa pieza con estribillo confeccionado a medida. ‘En medio de ningún lado’, otra joya de la corona, parece compuesta para la voz de Quique González, que borda su interpretación. Lo mismo sucede con Miguel Ríos en la fábula urbana de ‘La hora de los lamentos’, rejuvenecido por el campaneo de unas guitarras muy Byrds. Tal vez un día acumule la cantidad suficiente de dolor para grabar su obra de blues. Como Jesse James, Lapido es el último forajido de nuestro rock.

EDUARDO TÉBAR."